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martes, 18 de septiembre de 2007

Los supervivientes

Los escuché decir intranquilos.
Gritar por los pasillos:
¡Ay Dios! ¡Ay Dios! ¡Ay Dios!
Los escuché llorar en los oscuros
Los escuché gemir de tanto dolor

Y vi también sus pies carcomidos por el barro
Y vi sus ojos infectados de tristeza
Los vi mirarse en un espejo
Los vi golpearse de tristeza

Y gritaron diciéndose a si mismos:
¡Miserables! !Oh miserables somos!
Los escuché desearse la muerte hoy
Los escuché torcerse de dolor

Esa es la vida donde miran
con desprecio los de arriba de la gloria.
Los que combinan la corbata con el whisky
Los que esconden la basura bajo alfombras

Esa es la vida entre las villas
La vergüenza de los propios que producen
Desde un escritorio con poder y con crudeza:
El hambre, la muerte y la pobreza.

Recorrió su geografía.

Caminó a dos pasos la aureola y bajó deslizándose lentamente. La estaba dibujando a trazo matemático.

Luego arrastró sus piernas y volvió a subir. Llegó a su cumbre, allí, el piso era perfecto y blando. Entonces decidió acostarse y llenar sus manos con esa perfección. Rodeó la aureola y se durmió, pero entre sueños escuchaba que alguien le cantaba al oído una canción de cuna.

En ese momento, durmiendo en los brazos de ella, volvió a sentirse un niño.